LOS ÁNGELES EN NUESTRA VIDA

Los ángeles son aquellos maravillosos seres espirituales que nos ayudan a evolucionar. Son los representantes de Dios creador en la tierra, por tanto, permiten canalizar nuestros mensajes hacia él.

Son seres inmortales y siempre están presentes en nuestras vidas, por ende, debemos aprender a conectarnos con su luz y vibración energética, para lograr la ansiada solución a nuestros problemas.

Aprendamos entonces a abrir nuestro corazón y así invitarlos a ser parte trascendental de nuestras vidas.

¿Cómo invocar a los ángeles?

Existe una real fascinación por estos seres de luz que crece diariamente, sin importar, idiomas, culturas o fronteras. Actualmente la presencia de los ángeles se siente con mayor preponderancia, tal vez porque la gente está despertando del materialismo, avaricia y separación de Dios producida por nuestro voraz sentido de autoimportancia. 

Tradicionalmente las personas místicas meditaban mucho para acceder a estadios espirituales relevantes, sin embargo, hoy en día, hay muchas tantas personas que meditan y sólo nos separa una línea muy fina.  Resulta más simple poder sintonizar con la conciencia angélica si aprendemos a conectar con nuestro yo superior a través del chakra del corazón.

Para conectar con nuestro yo superior, debemos aprender a practicar el ayuno durante al menos 24 horas, dejando de lado las sustancias que brinden adicciones.  El ayuno relaja nuestro sistema nervioso, calma y enfoca nuestra mente.

Aprendamos a controlar también nuestro ego, agradeciendo diariamente lo que nos ha dado y por ende abriendo los caminos al mundo angélico.

El ambiente también es muy importante para poder invocarlos, podemos crear un altar con elementos que nos conecten con ellos, elementos que nos brinden paz, armonía y belleza. Podríamos colocar cristales, campanas, fotos de nuestros seres queridos, inciensos, flores, íconos religiosos y velas.

Las velas con afirmación son las ideales para conectarnos con los mensajes de protección que poseen los ángeles para nosotros.  

Podemos a su vez, escribirles una carta con afirmaciones positivas que van conectadas con las velas que nos ayudarán a vibrar en la misma sintonía.

También podéis colocar como ofrenda, uno de nuestros talismanes ritualizados, que contienen una poderosa fuerza que nos permitirá estar aún más cerca a ellos, el talismán colocado sobre una estatuilla o figura de Ángel nos ayudará a visualizar lo que deseamos pedirle.

Los inciensos ayurvédicos con diversas esencias podrán perfumar el ambiente de manera más natural y con menor tiempo de consumación.

Nuestro ángel de la guarda. 

Cada uno de nosotros tenemos nuestro ángel de la guarda que nos cuida y protege desde el momento de nuestro nacimiento hasta nuestra muerte.

Las escrituras sagradas sostienen que existen muchas escenas donde aparece la figura o imagen de los ángeles de la guarda, tanto en el antiguo como nuevo testamento. Desde pequeños nos enseñan a entender que debemos rezarles para que puedan estar cerca a nosotros.

Se dice también que existe una jerarquía angélica y que no todos pueden ser ángeles de la guarda, previamente deben apoyar un juicio y si lo pasan, recién son calificados como tales.

Su misión es guiarnos, pero de ninguna manera podrán imponernos opciones. Nosotros somos libres con nuestras decisiones. Ellos serán nuestros consejeros espirituales, cumplirán su labor de manera silenciosa y permanecerán a nuestro lado, sugiriéndonos el camino correcto para obtener la salvación.

Debemos saber que nuestro ángel de la guarda nunca nos abandona y siempre podemos contar con él, es un ser de luz que lucha con todas sus fuerzas para estar cerca a nosotros. Os invito a invocarlos siempre y en todo momento.

ORACIÓN A NUESTRO ÁNGEL DE LA GUARDA.

Ángel de Dios,

que eres mi custodio,

pues la bondad divina

me ha encomendado a ti,

ilumíname, guárdame, defiéndeme

y gobiérname. Amén.

Oración II

Ángel de mi guarda,

dulce compañía,

no me desampares

ni de noche ni de día.

No me dejes solo

que me perdería.

Hasta que amanezca

en los brazos

de Jesús, José y María

Amén.